Mi vecina hacía asado cada vez que colgaba la ropa para arruinarla
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Quedarse atrapada en un ascensor con un desconocido ya era bastante malo. Pero cuando Lena descubrió que Dylan —un misterioso y encantador hombre de traje— necesitaba una cita falsa para una boda al día siguiente, las cosas se pusieron aún más extrañas. Un apagón, una propuesta atrevida, y una pregunta tentadora: ¿De verdad aceptaría una cita con un completo desconocido?
Lena miró su reloj por tercera vez en un minuto. Tarde. Otra vez.
Suspiró con fuerza mientras se acomodaba un mechón de cabello detrás de la oreja y caminaba por el pasillo del hotel boutique.
El aire olía a lirios frescos, mezclados con un ligero toque cítrico y madera pulida. Un aroma típico de bodas.
Lena llegó al ascensor y presionó el botón con fuerza, como si eso hiciera que llegara más rápido.
Justo cuando las puertas empezaban a cerrarse, un hombre se lanzó hacia adentro, chocando ligeramente con ella mientras su maleta se tambaleaba.
—Perdón —dijo él con una risa entrecortada, alisando su impecable traje.
—No pasa nada —respondió Lena sin mirarlo demasiado.
Entonces, el ascensor se detuvo bruscamente. Las luces parpadearon y luego… silencio. El ascensor había dejado de funcionar.
—No, no, no —murmuró Lena, presionando los botones en vano.
—Clásico —dijo el hombre, recostándose contra la pared—. Siempre pasa cuando más prisa tienes.
Lena lo miró por primera vez. Ojos azules intensos, cabello rubio despeinado, traje impecable. Literalmente, parecía sacado de una película de Hallmark.
—¿Vas a algún lugar importante? —preguntó él con una sonrisa.
—A cenar con una amiga.
—Qué coincidencia. Yo voy a una boda mañana —dijo él mientras metía las manos en los bolsillos—. Dylan. Amigo del novio. Y en busca urgente de una cita para la boda.
Antes de que ella pudiera procesarlo, el intercomunicador crujió.
—Parece que hay un apagón. El ascensor puede tardar un poco en volver a funcionar.
Lena cerró los ojos. Perfecto.
—Al menos no estás sola —bromeó Dylan.
—Sí, claro, porque estar atrapada con un desconocido es mejor que estar sola.
—Depende del desconocido, ¿no?
Entonces, Dylan lanzó su propuesta:
—¿Qué opinas? ¿Te animas a ir a otra boda esta semana?
Lena arqueó una ceja. ¿Era en serio?
—Mi ex estará ahí. No quiero terminar en la mesa de solteros. Una cita falsa. Solo por una noche —dijo con una sonrisa tranquila.
Y sin saber por qué, Lena aceptó.
La boda fue todo lo opuesto a lo que esperaba.
Llevaba un vestido rojo que casi no empaca. No era su estilo. Pero esa noche quería sentirse diferente.
Dylan era encantador. Sostuvo su copa de champán con una mano y apoyó la otra suavemente en su espalda. Parecía natural, como si lo hubieran hecho mil veces.
—La mujer del vestido azul lleva diez minutos intentando averiguar si estamos comprometidos —le susurró él con una sonrisa.
—¿Y si le muestro un anillo falso para confundirla? —bromeó Lena.
—Tentador. Pero entonces tendría que preparar una propuesta aún más falsa.
Bailaron. Su mano firme pero suave, su mirada fija en ella como si fuera la única persona en el salón. Lena casi olvidó que todo era fingido.
Hasta que apareció Maya.
Alta, elegante, hermosa. Y cuando abrazó a Dylan, no fue un abrazo común. Fue… íntimo.
Lena sintió un nudo en el pecho.
No debía importarle. Esto no era real. Pero dolía como si lo fuera.
Observó a Dylan hablar con Maya desde lejos. Muy cerca. Muy familiar.
Cuando Dylan volvió a su lado, ella ya lo sabía.
—¿Tú y Maya poniéndose al día? —preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—No realmente —dijo él, bajando la voz—. Lena, esto no es…
—¿Real? Ya lo sé —lo interrumpió ella.
Se fue antes de decir algo de lo que pudiera arrepentirse.
Al amanecer, Lena ya tenía su maleta lista.
Quería pensar que dejarlo atrás era lo correcto. Sin sentimientos. Sin drama. Solo una historia curiosa para contar.
Pero al girar una esquina en el lobby, chocó con alguien. Café caliente, pasos tambaleantes…
—¿Lena?
Dylan.
—¿Te ibas sin despedirte?
Él suspiró, pasándose una mano por el cabello.
—Sí, yo también pensaba que era solo una noche —dijo con voz áspera—. Hasta que vi cómo te ibas… y supe que no quería que terminara.
El corazón de Lena latía con fuerza.
—Dylan…
—No me importa Maya —dijo firme—. Me importas tú.
—¿Y si esto solo es…?
—No lo es —la interrumpió suavemente—. Tú también lo sientes, ¿verdad?
Lena tragó saliva.
Sí.
Sí, lo sentía.
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