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Mi cuñada odió todas sus fotos en nuestra boda y exigió que las borráramos — pero yo tenía un plan mejor

Mi cuñada odió todas sus fotos en nuestra boda y exigió que las borráramos — pero yo tenía un plan mejor

Nuestra boda fue un sueño: cielo despejado, flores silvestres y risas por todas partes. Pero mi cuñada Jenna, que era dama de honor, arruinó cada momento con sus quejas. “Hace calor”, “mi vestido se pega”, “mi pelo parece electrocutado”. Se quejó sin parar y posó con cara de disgusto en casi todas las fotos.

A woman with a judgmental look on her face | Source: Midjourney

Tres semanas después, recibimos las fotos: ¡preciosas! Nina, mi esposa, emocionada, quiso compartirlas con la familia y amigos. Enviamos el enlace al grupo, incluyendo a Jenna. Minutos después, su llamada llegó furiosa:
“¿¡Dejaste que me fotografiaran así!? ¡Parezco salida de una alcantarilla!”

Nina le respondió con calma: “Saliste hermosa, como todas”.
Pero Jenna exigió: “Borra todas las fotos donde aparezco. Si publicas una sola, ¡nunca más te hablo!”

A couple holding hands | Source: Pexels

Nina estaba destrozada. Había hecho todo lo posible para incluirla, a pesar de sus desplantes. Pero esa noche, mientras ella dormía, tomé una decisión: respetaría su deseo… literalmente.

Me senté con el portátil y edité cada imagen. Jenna desapareció de todas las fotos. Por suerte, siempre estaba en las orillas, lo cual facilitó las ediciones.

A bride holding her bouquet | Source: Pexels

Al día siguiente, publicamos las fotos sin ella. Pensé que no se quejaría. Me equivoqué.

“¿¡ME ESTÁS BORRANDO DE LA FAMILIA!?” gritó por teléfono.
Le respondí tranquilo: “Dijiste que no querías salir. Solo respeté tu pedido.”
“¡Eso no es lo que quise decir!”
“No lo aclaraste. Fuiste clara.”

Colgó sin más.

Cuando Nina volvió del trabajo y le conté, pensé que se enojaría conmigo. En cambio, sonrió aliviada. “Finalmente alguien le puso un límite.”

People's feet protruding from bedcovers | Source: Pexels

Durante días, recibimos mensajes de familiares pidiendo “paz familiar”. Pero Nina se mantuvo firme. Había pasado años justificando a Jenna. “Estoy cansada de protegerla”, me dijo mientras doblábamos ropa. “Ya no tengo que hacerlo más, ¿verdad?”

La abracé. “No, ya no.”

Por primera vez en mucho tiempo, ambos podíamos respirar tranquilos.
Y así, sin darnos cuenta, nuestro matrimonio comenzó con una decisión que nos unió más que cualquier foto.

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